No acepto Cheques ni Jeques
“Que los demás crean siempre que el tonto eres tú”
Adagio popular
Recuerdo ¡oh lector afortunado!, que en tiempos no muy lejanos, en los días del pasado, y en una ciudad entre las ciudades de América del Sur ocurrió que un hombre del común llegó en una maquina voladora y ladinamente se hizo pasar por uno de los hijos de Alá. Aquel hombre disfrazado de poderoso Jeque comió, bailó, paseó y birló las riquezas de más de uno. He aquí lo que suele ocurrir a los que viven pensando que los otros solo están para servirles y ellos para ser servidos.
Curazao – Finales de julio de 1982
El lujoso automóvil tardó doce minutos en recorrer los 16 kilómetros que hay entre el Aeropuerto Internacional de Hato y el 2133 del Boulevard John F. Kennedy, en la bahía de Piscadera al sur de la isla de Curazao. Cuando estuvo a la vera del hotel Hilton el chofer descendió y con un ceremonioso gesto abrió la puerta a su distinguido pasajero, el ingeniero y empresario venezolano Juan Manuel Mezquita.
Mezquita, un hombre entrado en años, de pronunciada calvicie y ancho bigote entrecano posó la mirada en las turquesas aguas de la preciosa bahía antes de entrar al hotel. Allí fue recibido por el señor Di Giorgio, gerente de la cadena hotelera en aquella isla, quien al darle la bienvenida le anticipó que le tenía algunas buenas nuevas; acordaron hablar luego de que Mezquita estuviese instalado y repuesto del viaje.
Juan Manuel Mezquita era dueño, entre otras cosas, de una mina de oro en Guayana que hasta el momento le había reportado abundantes beneficios; pero las cosas estaban cambiando y los signos económicos que por mucho tiempo habían sido favorables a Venezuela presentaban ahora otra cara; los precios del petróleo que en 1979 alcanzaron un promedio de 30 dólares por barril estaban en franco descenso; la cuenta corriente de la balanza de pagos que en 1981 registró un superávit de 4 mil millones de dólares estaba en vías de cerrar con un déficit de 4.246 millones, la banca internacional presionaba por el pago de la inmensa deuda y la moneda sobrevaluada anunciaba una cercana devaluación. En resumen se presagiaba el fin de la llamada Venezuela Saudita y nada bueno podía venir; así que tanto para Mezquita como para cualquier otro empresario toda oportunidad de negociar antes de la segura debacle era buena.
En estas cosas pensaba el hombre cuando su amigo y anfitrión Di Giorgio lo abordó horas más tarde en la recepción del Curazao Hilton, las noticias que le tenía su amigo no podían ser más alentadoras.
– Tenemos como huésped desde hace algunos días a Alá Al Fadilli Al Tamini, un potentado saudí, quien me manifestó que viene con la intención de hacer enormes inversiones en la cuenca del Caribe. ¡Imagínese que me habló de más de 500 millones de dólares! – Informó el gerente en voz baja y emocionada.
Ante tal revelación, Mezquita no pudo ocultar un infantil regocijo que no estaba a tono con su encumbrada posición social – pero, que importa – pensó – Esta es la oportunidad que esperaba y al parecer Dios me la puso en el camino – reponiéndose preguntó dignamente al hotelero qué posibilidad había de que le consiguiera una cita con el jefe árabe y Di Giorgio le prometió hablar con él, aunque advirtiéndole que no sería fácil pues el Jeque era un hombre sumamente reservado y desconfiado. Di Giorgio quedó de avisarle y Mezquita emocionado ante la posibilidad de obtener un sólido apoyo financiero corrió a preparar las propuestas que presentaría si se daba la ocasión.
Lamentablemente el misterioso y parco personaje se negó a contactar al empresario venezolano, al parecer no le gustaba que le pidiesen reuniones; sin embargo Juan Manuel Mezquita no estaba dispuesto a rendirse tan fácilmente e insistió una y otra vez como el pretendiente rechazado ante la mujer de sus sueños pero el árabe se hacía inaccesible y esto angustiaba al ingeniero quien creía estar a punto de perder el mejor negocio de su vida.
Al fin y como en el pasaje feliz de algunos de los cuentos de Sherezade, el Jeque accedió a recibir a Mezquita en sus habitaciones; el venezolano pleno de emoción decidió llevarle un rico presente: tomó tres frascos de vidrio de los que se usan para envasar dulces y los llenó de pepitas de oro de sus minas en Guayana. Nada mejor para introducir su propuesta – pensó Mezquita – que el dorado metal que abre todas las puertas del mundo.
Una vez que estuvo en la suntuosa habitación del Jeque y luego de entregarle los tres envases con pepitas de oro, Juan Manuel Mezquita se lanzó a describir las ventajas que tenía invertir en Venezuela. Sabía por boca de Di Giorgio que estaba frente a un políglota que dominaba el inglés, el francés, el italiano, el español y el árabe; sin embargo decidió hablar en el lenguaje del dinero: el inglés. Con la destreza de toda una vida en el mundo de los negocios, Mezquita desplegó todas sus artes de encantador de serpientes financieras y sus negros ojos brillaban cuando veía los embobados de Alá Al Fadilli quien parecía irse convenciendo de las bondades de hacer negocios con él. El rico árabe ordenaba a sus dos secretarios tomar nota de todo lo dicho por el venezolano e iba haciendo preguntas que lo hacían lucir como un gran conocedor de la materia económica. Al terminar el encuentro Mezquita tenía un nuevo socio para sus minas y la posibilidad de acometer junto al Jeque todo un conjunto de inversiones en Venezuela.
– Voy a tu tierra porque ¡Por Alah sobre ti! me gustaría invertir en todo lo que pueda: petróleo, banca, industria, turismo. Tú serás, hermano, mi ayuda y guía, tú me dirás dónde y con quién puedo hacer negocios – expresó un ahora jovial Jeque ante el deleite del venezolano que no cabía de gozo. Al salir de la habitación iba confeccionando mentalmente una lista de posibles contactos en Caracas a los que les llevaría la atractiva propuesta. Mezquita imaginaba la cara que pondrían sus amigos empresarios cuando les llegara con aquel notición. Si la revista Time fuese venezolana él seguramente sería el hombre portada del año, no cabía duda, no cabía ninguna duda.
De haberse quedado un poco más en el pasillo, Juan Manuel Mezquita hubiese podido escuchar las sonoras carcajadas que salían de la suite del “Jeque”, puertas adentro los tres hombres palmoteaban los muebles mientras imitaban las maneras del personaje que se habían inventado para esta nueva estafa; antes habían hecho de productores de cine, de políticos casquivanos y bien conectados, de millonarios tejanos y hasta de ricos promotores deportivos, pero ahora con este cuento del jeque caerían los más jugosos peces gordos, ya tenían al primero de ellos quien incluso ofreció su jet privado para llevarlos a Caracas, la ciudad que en los próximos días sería el feliz escenario de sus tracaleras andanzas.
Mientras tanto en Caracas…
Por los días en que el ingeniero Juan Manuel Mezquita trataba de convencer al millonario saudí de que le concediera una entrevista; otros tres avivatos del grupo de estafadores estaban en Caracas sondeando las zonas de tolerancia en busca de hermosas y atractivas chicas con las que formarían el “harén”; pues no hay jeque en el mundo que no tenga uno. Con ojo clínico fueron escogiendo a las más esculturales y hermosas mujeres que consiguieron en El Tiburón y El Palacio Imperial dos de los más afamados prostíbulos del este de la ciudad. A cada una de las 12 chicas que escogieron le exigieron la más absoluta discreción a cambio de una jugosa paga. Ellas pasarían a formar parte del teatro que los timadores internacionales montarían a la llegada de su jefe a Venezuela y lo harían tan bien que por años se hablaría en los altos círculos sociales caraqueños de la cautivante mirada que tenían las “esposas del jeque”.
La mañana del 3 de agosto, los nuevos “socios” y los dos “secretarios” tomaron rumbo al aeropuerto internacional por la moderna Weg Naar Hato, en la terminal área abordaron el jet privado que los llevaría a Maiquetía, en el trayecto no hacían sino hablar de los esplendidos planes que el Jeque tenía para Venezuela, en Caracas un grupo de ansiosos empresarios esperaba la llegada del poderoso personaje que venía con la promesa de inyectar preciosos dólares a sus cuentas bancarias.
Aeropuerto Internacional Simón Bolívar – Horas más tarde
El funcionario que estaba de guardia en el punto de la DISIP aquel día, escrutaba a todo el que llegaba a la terminal, como lo imponía el deber. El joven de complexión fuerte, pelo cepillo y lentes oscuros siempre se jactó ante sus compañeros de tener vista para detectar a los sospechosos, pero al mejor cazador se le va la liebre y ese día le tocaría a él. Estando en su puesto pudo ver la llegada de un hombre trajeado de negro que se le colocó a unos metros. Aquel sujeto tenía la vista puesta fijamente en la pista como que estuviese esperando a alguien. El Disip notó que el hombre lucía una insignia en la solapa que lo acreditaba como empleado de Cancillería, ante eso y el porte solemne del que hacía gala, decidió no hacer preguntas. Seguramente era un alto funcionario del gobierno y el muchacho no quería tener problemas. Al poco rato de estar allí el sujeto, se posó en la pista la aeronave de Juan Manuel Mezquita; el muchacho del punto de control pudo ver que de la misma descendía un hombre vestido a la usanza árabe con tres acompañantes y vio además como el tipo del traje negro, acudía solícito a recibirlo. Todo aquello lo impresionó y dejó pasar al grupo sin hacer preguntas ni comprobaciones de documentos. Así con el teatro del hombre de negro, el “Jeque” y sus cómplices pudieron entrar al país sin problemas y sin el riesgo de que los detectaran como solicitados por Interpol.
La llegada al Hotel Tamanaco
Los miembros de la banda que estaban desde antes en el país para montar el circo de la llegada del Jeque, habían hecho muy bien su tarea. Todo estaba a punto para causar la mejor impresión y encandilar de entrada a los incautos que venían a timar. Aquel día, gerentes, empleados, clientes y visitantes se maravillaron ante lo que veían sus ojos. De pronto y como surgido de las milenarias páginas de las mil y una noches, un Jeque hacía su ostentosa aparición en la recepción del hotel Tamanaco acompañado por sus secretarios y un grupo de empleados que cargaban las veinte maletas del acaudalado visitante (todas vacías por supuesto).
Los presentes contemplaron extasiados el harén de 12 esposas que sumisa y respetuosamente seguía al árabe, lo que según ellos hablaba de sus inmensas posibilidades económicas, lo que no sabían y por eso no pudieron caer en cuenta del engaño es que según las normas de sumisión a Dios (Islam) se permite la poligamia, pero un hombre solo puede llegar a tener hasta 4 esposas si tiene medios para garantizar su sustento; únicamente al profeta Muhammad le fueron concedidos privilegios excepcionales y pudo tener consigo a 13 mujeres. Sin embargo el montaje funcionó perfectamente. Todos los presentes estaban deslumbrados, en especial los gerentes del hotel que de inmediato ordenaron a la plantilla de empleados que todos los deseos del Jeque fueran concedidos, éste en un inglés con acento árabe se dirigió al encargado de la recepción para solicitar “la mejor habitación que tuvieran”. El emocionado recepcionista le habló de la suite presidencial, que era la preferida por todos los ilustres visitantes que pasaban por Caracas.
El Jeque aprovechó para anunciar que venía en viajes de negocios y que por varios días estaría sondeando posibilidades de inversión. Uno de los empleados que estuvo presente aquel día contó luego a la prensa, que una señora encopetada, residente del Country Club, pero que no podía quitarse la chapa de recién vestida con la que era catalogada por sus vecinas, por no ostentar apellido de alcurnia, no dudó en empujar a su hija hacia el grupo en un vano intento por lograr conectarla “casualmente” con el rico árabe. Éste sin darse por aludido cogió rumbo a los ascensores, seguido de sus empleados y de su “harén”. Para el grupo de estafadores todo estaba saliendo a pedir de boca.
La primera fiesta del “Jeque”
Para cuando Alá Al Fadilli llegó a Caracas, ya se hablaba muy bien de él en los altos círculos sociales y empresariales del país, oportunas y escogidas llamadas telefónicas del ingenuo Mezquita habían preparado el terreno. Así que cuando el potentado anunció que daría una primera fiesta de recepción todos querían estar allí, nadie quería perderse aquello. El Jeque era la cotilla del momento. Un industrial no muy enterado al que le llegó el rumor preguntó a una distinguida dama del este sobre el asunto del Jeque y ésta abriendo sus ojos desmesuradamente le replicó:
– ¿Pero… cómo es posible que usted no lo conozca? Parece mentira que un hombre de su clase desconozca quién es el Jeque. Es un Jeque muy famoso en Europa, nosotros hemos estado en muchas de sus fiestas de la alta sociedad europea. – apostilló la dama respingando la nariz y asumiendo un tono de infantil orgullo.
Días más tarde, cuando se descubrió que todo aquello había sido una trampa, a la distinguida señora le daría un soponcio y sus amistades le perdieron la pista pues ni corta ni perezosa tomó las de Villadiego, desapareciendo de la escena caraqueña en un oportuno viaje al viejo continente.
Antes de la primera fiesta, el Jeque anduvo por varios sitios de la ciudad regalando a diestra y siniestra las pepitas de oro que le había entregado Juan Manuel Mezquita, con esto aumentaba entre la gente la impresión de que realmente se trataba de un hombre muy rico, dueño de varios pozos petroleros en el Medio Oriente. Sus avispados acompañantes echaron a correr el rumor de que el Jeque representaba a la importante firma “Arbcorp Trading International” anclada en Abu Dhabi muy interesada en hacer inversiones en Venezuela. Para muchos empresarios aquello era un sueño orgásmico, ninguno quería quedarse por fuera. Por aquellos mismos días el diestro estafador dio un ingenioso golpe de mano con el que quedaría blindado ante las posibles dudas. Al llegar al país abrió dos cuentas corrientes, una en el Banco del Caribe por trescientos mil bolívares y otra en el Banco Royal Venezolano por sesenta mil dólares, con ese dinero pagaría sus primeras operaciones para generar la necesaria confianza. En un gesto calculado para impresionar a sus primeros relacionados extendió un cheque por 30.000 Bs. para pagar una cuenta en el Tamanaco, pero adrede estampó una firma defectuosa, cuando aquel documento “rebotó” y le fue presentado, el Jeque se mostró sumamente avergonzado. ¿Cómo había sido posible aquello? El empleado le manifestó que el problema había sido la firma, que estaba defectuosa y el hombre sacó los treinta mil bolívares en efectivo de su chilaba para pagar la cuenta. Aquello por supuesto impresionó a los presentes y dejó bien parada la honestidad del “musulmán”.
El día tan esperado por fin llegó. El Jeque pidió a los gerentes del Tamanaco (y fue complacido, por supuesto) apoyo logístico para su fiesta de recepción, se le asignó el mejor salón y la cocina se esmeró en preparar las más exquisitas viandas. La orden que había era: ¡Complazcan todos los deseos del Jeque! A la fiesta llegó parte de lo más granado del Jet Set caraqueño. Las mujeres se sentían complacidas de poder estar con un hombre que era capaz de darles la bienvenida y conversar con ellas en 5 idiomas. Todos querían una foto con el personaje para poder luego presumir de ser amigos de un excéntrico magnate moro.
Entre los asistentes al sarao estaban Juan Manuel Mezquita, el banquero Enrique Dao, el industrial Esteban Zarikian, el Dr. Freddy Müller, el diputado Rafael Tudela, el empresario Emilio Conde Hans, uno de los González Gorrondona, Antonio Díaz Martínez quien para la época era presidente de Fedecámaras y el renombrado modisto caraqueño, conocido como el sastre de los Presidentes, Álvaro Clement, al que el “jeque” le birló tres costosos trajes.
Para interactuar con más comodidad con los presentes, Alá Al Fadilli contrató los servicios de la traductora Lili Steinhel a quien además encargó la traducción al castellano de varios de los contratos que haría con sus “socios” venezolanos. Entre ellos el que pautaría con Esteban Zarikian y Boris Lowbosski para financiar la construcción del Centro Comercial El Recreo. A Lili le entregó un cheque falso por el pago de sus servicios.
El “jeque” al que gente del pueblo bautizaría luego como “El Barbarazo” y “El Jeque Gozón” contactó días antes de la fiesta al señor Collonelli, gerente general de la casa Rolex en Venezuela y le encargó 90 lujosos relojes de pulsera que después regaló entre los asistentes al bonche, le pagó con un cheque que rebotaría hasta el techo de la agencia bancaria donde intentaron cobrarlo. Un hecho bastante curioso y que sin embargo no llamó a sospechas a los presentes fue la contratación de una orquesta de Salsa que amenizó la noche; el asunto es que el “Jeque” demostró tener una gran pericia para bailar el contagioso ritmo caribeño. Aquella noche de ensueños los jefes de las más encumbradas familias se esmeraban por presentar sus hijas solteras al Jeque y trataron a toda costa de entablar conversación con el personaje. En cada rincón del salón se hablaba de millones, ya no de bolívares sino de dólares. Para un negocio en particular, Alá Al Fadilli ofreció colocar 100 millones de $ y con esa sola mención logró recolectar 10 millones de entre todos los asistentes. Cuando terminó la fiesta se habían cerrado una buena cantidad de tratos y los miembros del Jet Set se fueron a dormir el sueño de los justos, esperanzados en ver crecer mágicamente sus ya inmensas fortunas.
En los días siguientes, el falso jeque y sus cómplices se dedicaron a apuntalar sus estafas, Alá Al Fadilli desayunaba todas las mañanas con señoras de la alta sociedad a las que brindaba con caviar y champagne, al punto de que las reservas que tenía el hotel del delicado espumante se agotaron. Por concepto de los gastos del Jeque, el Tamanaco perdió 400 mil bolívares que sin embargo, como en muchos casos no fueron denunciados por vergüenza de quedar en evidencia como unos redomados tontos. En una conocida galería de Chacaíto, el jeque adquirió el óleo “Paisaje de Higuerote” de Juan Polanco y extendió un cheque por 6 mil bolívares que luego iría a parar a los archivos de la PTJ. A una tienda fotográfica del Centro Comercial Ciudad Tamanaco le estafó 14 mil bolívares. Al diputado Rafael Tudela ofreció comprarle su avioneta privada y le dio un cheque por la misma pero para fortuna del político el aparato nunca salió del hangar. También viajó a las minas de oro en El Callao donde ofreció pagar 76 millones de dólares por su adquisición. Entre estafa y estafa el jeque de utilería y sus principales cómplices, libaban ingentes cantidades de güisqui, cosa que tampoco llamó la atención de nadie.
Una anécdota que quedó para el recuerdo fue la de la estafa en la mesa de póker de un exclusivo club de millonarios al que fue invitado a jugar; ocasión en la que Alá Al Fadilli demostró que sabía mezclar su habilidad para la estafa con un buen toque de cinismo. En los ojos de los expertos jugadores que estaban en la mesa brilló la codicia cuando supieron de boca del propio árabe que no sabía jugar muy bien a las cartas. Enseguida se dispusieron a desplumar al que consideraban un pobre ingenuo, para ellos sería pan comido quitarle el dinero al Jeque. Empezó la partida y en pocas manos el árabe había “perdido” 40 mil bolívares, que se dispuso a pagar de inmediato en efectivo, al tiempo que se excusaba para retirarse. Los avivatos de la mesa enseguida le dijeron:
– ¡De ninguna manera! ¿Cómo va a retirarse así cuando la partida se pone tan interesante?, piense que seguramente puede recuperarse. Quédese por favor.
El árabe fingiendo estar apenado se hacía del rogar para finalmente proponer que si le aceptaban un cheque en depósito para seguir jugando, él con mucho gusto se quedaría. Los hombres accedieron y con el corazón acelerado vieron como el falso jeque firmaba sin que le temblara el pulso un cheque al portador por un millón de bolívares. El cheque fue depositado en la caja fuerte del club para ir descontando de allí la cantidad que el jugador fuera perdiendo. La historia se repitió y el Jeque seguía desperdiciando manos ante el regocijo de sus contrincantes. En poco tiempo, Alá Al Fadilli había perdido 400 mil bolívares, en ese punto fingió estar indispuesto y pidió que lo excusaran pues no se sentía bien y necesitaba retirarse. Ante la petición nadie se negó, el hombre había perdido una alta suma de dinero y no le podían exigir que perdiera más. El jeque preguntó en tono ingenuo que si a esa hora se podía cobrar el cheque y los hombres le dijeron que no pues era de noche y el banco estaba cerrado. ¿Y cómo hago entonces para pagarles los 400 mil bolívares? Los jugadores le entregaron entonces 600 mil Bs. de vuelto y se quedaron con el cheque, sin saber que aquel dinero se lo estaban regalando al que en su ingenuidad creían “perdedor”.
Tocata y fuga
A las dos semanas de correrías y luego de darse la buena vida y de llevar a la cama a un grupo de interesadas damas, que buscaban escalar posición por ésa vía expedita, “El Jeque” y sus cómplices decidieron levantar vuelo; ya habían dejado tras de si una buena cantidad de cheques falsos y no podían esperar más. Unos días antes llegó al hotel Tamanaco un señor que se identificó como ciudadano estadounidense y alquiló una habitación vecina a la del jeque, aquel hombre que llegó sin equipajes salió a los pocos días con veinte maletas repletas. Era, como seguramente lo habrán inferido, otro de los miembros de la banda de estafadores que por las noches pasaba a la habitación del falso millonario árabe para cargar con las cosas que habían logrado obtener por medio del timo.
La noche del 25 de agosto de 1982, Alá Al Fadilli Al Tamini ofreció una última fiesta. La comida que se sirvió fue contratada al restaurante “El rincón del Medio Oriente”, ubicado en la calle El Retiro de El Rosal. El menú estaba compuesto por diez diferentes platos entre los que resaltaba un cordero relleno servido sobre sus patas en una bandeja de bronce, el importe de aquellas exquisiteces fue cancelado con el último cheque falso que logró sembrar la banda. De nuevo se bailó salsa y se tomó una buena provisión de licores. La última vez que se vio al Jeque Gozón fue a las 4:30 de la madrugada del 26 de agosto, cuando con una reverencia se despidió de sus invitados. Más nunca se le vería la cara sino en las fotografías que empezaron a publicar los diarios al día siguiente.
La resaca que sufrió la alta sociedad la mañana del 26 de agosto fue tremenda, aparte de las consecuencias de los excesos culinarios y etílicos de la noche anterior ahora debían enfrentarse a la terrible realidad de verse estafados y puestos en la picota ante sus amistades. Por esos días ya nadie quería aparecer en las páginas sociales y muchísimo menos en la crónica roja. Solo 5 de los estafados acudieron a denunciar al supuesto Jeque, el resto prefirió pasar agachado para así tratar de amainar las burlas que caían sobre ellos.
La investigación del caso fue encargada al Comisionado Nacional de la PTJ, Comisario Fermín Mármol León, quien de inmediato viajó a la ciudad de Miami en los Estados Unidos lugar donde se sabía que habían recalado el estafador y su banda luego de salir de Venezuela, pero allí se perdió desde entonces y para la eternidad la pista de Alá Al Fadilli Al Tamini, el hombre que pasó a la historia criminal del país como “El Jeque Gozón”. Cuando los detectives de la PTJ trataron de recoger huellas e indicios en la habitación se encontraron con la sorpresa de que la misma había sido limpiada a fondo porque un día antes de irse el Jeque se quejó a la gerencia de la falta de limpieza, el gerente ni corto ni perezoso envío a un ejercito de limpiadores armados de cloro y desinfectante a limpiar la habitación.
Pocos días después, el cantante y compositor Manolo Monterrey grabó con la orquesta Los Melódicos una sabrosa guaracha llamada “El Jeque” que sería la primera en ventas para diciembre de ese año. La inventiva popular imprimió cientos de cartulinas para bodegas y abastos en los que se leía la advertencia: No se aceptan Cheques ni Jeques. Mármol León reveló a la prensa que tenía pautada una reunión con Interpol en octubre de aquel año. Sobre la identidad del estafador se tejieron muchas hipótesis, entre ellas las de que se trataba del yerno díscolo de un ex presidente de la república, también se dijo que era un colombiano natural de Maicao, hijo de un árabe con una colombiana. El sábado 18 de septiembre de 1982 el diario 2001 publicó la falsa noticia de la detención del Jeque en los Emiratos Árabes, especie que jamás se confirmó. Lo cierto es que del caso solo quedó la guaracha y el cartelito.
Salam malecum.
PD: En fechas recientes un grupo de falsos Jeques cometió una estafa contra el Getafe F.C de España. Para el timo usaron a un camarero brasileño que se disfrazaba de Jeque para asistir a las reuniones. La maniobra fue descubierta y los implicados terminaron detenidos
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